La felicidad formada por palabras, es como un castillo de arena en la orilla del mar.
Hay momentos en la vida,
en que optamos por creer en las palabras y no solicitamos hechos.
Somos felices con las falsas promesas, nos conformarnos con que nos digan
que nos quieren y que harían todo por nosotros, creyendonos que después será así.
Nos defraudan y nos culpamos, pero si de otro viene una retaila con más patrañas, estúpidos de nosotros, volvemos de los echos a prescindir.
La felicidad del momento
se paga caro, porque cuando esa persona se va, se van consigo las
palabras, y con ellas, la felicidad.
La verdad, esque escribí esto bastante escarmentada ya, de creer en la gente reiteradamente, ¿la culpa de quien es, del que miente o del que se lo cree?
mmm... puede que sea de los dos... o del amor (? :P
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