dimarts, 21 de setembre del 2010

Libélula, libertad

Alargué las manos,
intentando capturar una libélula,
pero al abrir mis manos,
no estaba,
no obstante en verla marchar,
entendí que esta poseía toda la libertad que los humanos anhelamos tener.

Sentada en el banco de desconsuelo,
empiezo a plantearme un nuevo reto,
el de ser feliz y no dejar que nadie ponga impedimentos.

Sonrío,
con la seguridad de que estoy a tiempo,
de arreglar las cosas que hice mal,
y emprender de nuevo el vuelo.

Y así pues,
una vez me levanto y cierro el baúl de mis recuerdos,
empiezo a andar y alzo el vuelo,
dirigiéndome hacia mi destino,
y sin importar el tiempo.

No quiero retroceder ni un paso,
tras el desconcierto de quienes me hacían daño,
me siento viva.
Vuelo muy arriba,
menos escurridiza que la libélula,
y quizás demasiado deprisa,
pero volaré alto,
hasta que mis enemigos me pierdan de vista.
Y se den cuenta que esta vez no me pueden hacer daño.

Porque la libertad de tales,
termina donde empieza la mía.

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