En un pared,
sostengo los recuerdos que me dejaste,
duelen y pinchan,
pero menos que puñales,
pero sobretodo me aportan amor y melancolía de tiempos geniales.
Y si me equivoqué,
rectifiqué y volví a fallar,
tu me perdonaste,
sin pretensiones y solo por amistad,
me cogías la mano,
tirabas de mi,
me guiabas,
me enseñabas y me reconducías,
regalándome así tu ayuda,
con una sonrisa sin nada a cambio,
sintiéndote así realizado
y predispuesto en cualquier momento,
a volverme a ayudar.
Ahora que no estás,
amigo, te echo de menos,
pero que sepas que aquí dentro,
en el corazón,
siempre permanecerás.
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